¡Floresta en llamas!
Todos los años los incendios forestales asolan
diversas partes del mundo, con una furia impresionante, capaz de destruir
tremendas áreas de bosques y dejar las
populaciones cercanas a ellos en alerta máxima.
Cuando eso ocurre muchos son preventivamente evacuados de sus casas sin saber
si las encontrarán al regresar, por lo tanto,
la felicidad presente y futura de muchos es amenazada por el ímpetu y la incerteza de las llamas.
A pesar del futuro incierto, los
votos de feliz año nuevo que se reciben de los
amigos y los votos que se desean a ellos, demuestran que todos aspiramos la
felicidad. Pero ¿qué control tenemos sobre lo que sucederá en el futuro? Sabemos que algunas
cosas dependen de nosotros, pero que otras no, ¿cómo entonces posicionarnos de la mejor
manera?
El nuevo testamento enseña que nuestra lengua es capaz de
poner un bosque en llamas. Por lo tanto,
sí queremos un año feliz, ciertamente tenemos que empezar cuidando lo que
hablamos, pues nuestras palabras tienen la capacidad de incendiar nuestro
entorno. La enseñanza realmente va más allá y dice
que de la abundancia del corazón habla
la boca. Entonces no solo debemos cuidar nuestra lengua, sino principalmente
cuidar lo que llevamos en nuestro corazón,
porque es de él que viene el contenido que
sale por nuestra lengua.
Aquello que los otros llevan en
sus corazones y hablan puede no depender de nosotros, pero aquello que nosotros
llevamos en nuestro corazón y
hablamos seguramente que sí. La felicidad en el año nuevo dependerá de nuestra capacidad de percibir si
las palabras que provienen de nuestro corazón y
profieren nuestra lengua destruyen o construyen nuestro alrededor.
Por veces somos muy rigorosos al
escuchar las palabras de los otros, pero muy permisivos al proferir nuestras palabras
a ellos. Que el nuevo año nos
permita arreglar eso. Que el año nuevo
sea tan feliz como nuestras palabras lo permitan.
¿Por qué proferimos palabras ofensivas hacia
los demás? ¿Qué
palabras deberíamos excluir de nuestro
vocabulario?
(La lengua y el bosque, Santiago 3:4-6 – El corazón y la
boca, Lucas 6:43-45)
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