¿Frankenstein o Cuerpo de Cristo?
Cuando era niño quedaba impresionado
al ver en televisión las películas que retrataban al monstruo de Frankenstein. La
famosa novela de Mary Shelley, acerca de un monstruo que fue creado por el
joven científico Víctor Frankenstein. Durante el experimento, Víctor unió varias
partes de diferentes cadáveres y le dio vida a su monstruo. Como las partes del
cuerpo de Frankenstein no encajaban bien, él tenía una apariencia horrible y se
movía de manera muy torpe, amedrentando a la gente por donde pasaba.
Interesante es que en el Nuevo
Testamento se habla de la Iglesia como el Cuerpo de Cristo y que ese cuerpo es
formado por varias personas diferentes. Al contrario de Frankenstein, el Cuerpo
de Cristo es bien ajustado y se mueve de manera sincronizada y armoniosa, o así
debería ser.
Cada uno de nosotros aporta y recibe
algo del Cuerpo de Cristo. Aportamos al
Cuerpo con nuestros dones y habilidades que el Señor nos regaló y recibimos del
Cuerpo a través de los dones y habilidades regalados por el Señor a nuestros
hermanos. O sea, complementamos a nuestros hermanos con nuestros dones y
habilidades; y somos complementados por
ellos a través de sus dones y habilidades.
Creo ser oportuno preguntarnos, ¿qué
cuerpo vemos cuando miramos a nuestro querido Ejército de Salvación, el de
Frankenstein o el de Cristo?
Cuando solo queremos aportar sin
recibir o recibir sin aportar, creamos un desequilibrio que nos hace parecer a
Frankenstein. Pero, cuando aportamos a nuestros hermanos y recibimos de ellos, creamos
el equilibrio necesario para que aquellos que nos ven no queden amedrentados, pero
sí atraídos por Jesús, y que puede ser visto y reconocido en nosotros como
Iglesia. ¡A final, las partes del Cuerpo de Cristo no provienen de cadáveres,
pero sí de gente que tiene vida y vida en abundancia!
¿A qué se parece su iglesia, a Frankenstein
o a Cristo? ¿Qué aporta usted a los hermanos y qué recibe de ellos?
(La diversidad del Cuerpo, 1 Corintios 12:12-20 – La unidad del Cuerpo,
Efesios 4:11-17)
Muchas gracias comisionado por la reflexión, muy buena reflexion.
ResponderBorrarEstimado Comisionado; comento por primera vez en su página acerca de este tema.
ResponderBorrarEn primera decir que es especial comparar a la iglesia como un cuerpo en el cual la cabeza es Cristo. Me parece genial leer en la biblia como debiera ser la iglesia, ese versículo que dice: " De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con el, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con el se gozan" 1 Corintios 12:26. Eso es empatía los unos por los otros, y pues, no le puedo decir a ud que nuestro Ejercito de Salvación (en su totalidad) tiene o no tiene empatía los unos con los otros, pero le puedo asegurar de que esta palabra hizo eco en mi corazón y me anima a poder enseñar y ser empática con mis hermanos del Cuerpo de Lo Vial y claro con los miembros de los demás cuerpos. Esto para que la gente no se espante cuando vea la iglesia del Ejercito de Salvación, si no mas bien, que el amor de los miembros atraiga a las almas que necesitan de Jesucristo.
Dios lo bendiga en gran manera y ........ VAMOS QUE SE PUEDE !!!!!!! en el nombre de Jesús.
Atte: Tnta. Cristina Perez :)
Muito boa comparação Pai, ótimas palavras! Que todos nós e nossas igrejas sejam como Cristo! Te amo! - Teka
ResponderBorrarMuito boa sua analogia. Que todos sejamos como Jesus Cristo. Forte abraço.
ResponderBorrarUna analogía muy buena. Es necesario, como usted lo menciona "cuando aportamos a nuestros hermanos y recibimos de ellos, creamos el equilibrio necesario". Ser guiados por la cabeza que es Cristo, conforme a las Sagradas Escrituras.
ResponderBorrarMuchas Gracias por la reflexión, un fuerte abrazo.
Reconocer que podemos aportar a nuestros hermanos es tan importante cuánto reconocer que ellos pueden aportar a nosotros. Dios nos creó para vivir en comunidad e iglesia por definición es una comunidad. Aprendamos a cada día como disfrutar esta bendición.
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